Cada minuto cuenta: El Golpe, un relato de memoria
Llego a la sala, está Nicolás Pavez y Nicolás Lascar, encargado de la composición e interpretación musical, ambos ensayan y hacen ejercicios de calentamiento. En la sala hay completo ambiente de concentración. Mientras Pavez y Lascar calientan, los técnicos prueban las luces y el sonido. Pareciera que al protagonista nada lo desconcentra de sus tareas, está entregado al personaje. Comenta que está un poco ronco. Recitar en décimas por 55 minutos no debe ser nada sencillo, interpretar diversos personajes tampoco, pienso. Lo vemos elongar y vocalizar varias veces, en conjunto con su compañero recrean pequeños fragmentos de la obra, calientan sus voces y llega la directora, Soledad Cruz, quien estuvo al menos una hora en un taco, pero está lista para que comience la función. Ya es hora de ir al camarín.
Lascar y Pavez comienzan por cambiar su vestuario, la caracterización de Parra es sencilla. Una camisa, un chaleco y el vestón final. La tenida se completa con un pañuelo en el cuello, un gorro y finalmente cambia las zapatillas deportivas por unos zapatos antiguos color café. Faltan veinte minutos para la obra, se toman un té y bromean sobre la cantidad de público que llegará. Hablamos de esta versión de la obra, con una escenografía más compleja y algunas adaptaciones a la dramaturgia que Florencia Martínez realizó para este Golpe 2.0. El frío es el tema principal, Lascar no suelta los guantes y prende la calefacción, pero ya es hora de bajar al escenario.
La gente se encuentra afuera de la sala, comienzan a ingresar y mientras avanzan en la fila pueden ver las fotocopias del manuscrito original de Roberto Parra, letras que en pocos minutos serán representadas por Nicolás Pavez en el escenario. Comienza la obra, podemos leer El Golpe, en un letrero iluminado. Durante 55 minutos nos reíamos y consternamos frente al actor que encarna la cultura popular chilena y rescata a aquellos personajes que no tuvieron voz, o mejor dicho, no los escucharon. A ratos Pavez se apoya en el coro de Lascar, quién toca el piano de manera oportuna y en algunos momentos graciosa. Termina la obra y el público aplaude por largos minutos, escucho en los pasillos del Centro GAM que la interpretación de Roberto Parra es buenísima, y me vuelvo a enfrentar al frío de la ciudad para volver a casa.