La eterna y rebelde Rosa Ramírez: “Yo soy militante del teatro”
Por Karina Mondaca Cea
Por azar. Así define Rosa Ramírez su primer acercamiento a las artes escénicas, cuando recién era una niña que vivía con sus padres en Tocopilla. “Desde chica, vi en la danza una manifestación donde uno se puede expresar de una manera distinta”, recuerda mientras conversa sentada en uno de los salones de la casa ubicada en República 301, la que alberga a la histórica compañía Gran Circo Teatro. “Mi único vínculo con la danza eran fotos con bailarinas clásicas rusas de las revistas de espectáculos de la época. Mi madre las compraba y yo a través de eso soñaba, agrega.
Interesada en la danza, Rosa llegó a Santiago para estudiar y perfeccionarse con maestros como Rodolfo Reyes –un mexicano que estaba a cargo del BAFONA de la época–, y Jaime Quintanilla; hasta que 1973 provocó un cambio rotundo en su rutina diaria: “Ese año me embaracé y fue el Golpe de Estado. Allí fue cuando me quedé sin lugar de pertenencia, porque ya no tenía ni los maestros ni los lugares para practicar la danza con los cuales yo me había desarrollado”.