José Soza y su primer monólogo: “Me aterroriza, pero me fascina”
Por más raro que parezca, José Soza, con casi 50 años de trayectoria, nunca había hecho un monólogo. Esa fue una de las razones por las que decidió aventurarse en El Aumento, un montaje teatral a cargo de Carolina Sagredo (Rosas, armar un recuerdo), que ahora volverá para presentarse hasta el 15 julio en la Sala Agustín Siré (Morandé 750, Santiago)
Todo partió cuando su directora, admiradora del escritor francés Georges Perec, comenzó con la inquietud de llevar a escena su texto El Aumento o cómo, sean cuales fueren las condiciones sanitarias, psicológicas, climáticas, económicas o de otra índole, poner de su lado el máximo de oportunidades, cuando usted le pide a su jefe de servicio un reajuste de salario. Pero no fue hasta que conoció a José en un proyecto en común, que todo comenzó a tomar forma.
“Me fascinó cómo José pensaba el teatro, cómo hablaba, cómo se relacionaba con el trabajo que estaba realizando en ese momento. Me acerqué a él, y tal como el personaje va a pedir el aumento a su jefe, fui yo a proponerle que participara de este proyecto que resultó ser un FONDART y por suerte aceptó”, explica Carolina mientras esboza una sonrisa cómplice con su protagonista.
Para José, que ríe con la respuesta de su compañera, el episodio también fue mágico. “Coincidió con un momento mío, en el que leí la obra y no podía creerlo. Hace muchos años que no sentía algo así”, confiesa. ¿La razón? El montaje no sólo muestra la batalla de un trabajador por conseguir un aumento en sus ingresos mensuales, sino porque el texto está compuesto de seis voces: la proposición, la alternativa, la hipótesis positiva, la hipótesis negativa, la elección y la conclusión; y que en esta ocasión, todas serán abordadas por un solo personaje.
“De alguna forma, he andado a la búsqueda de afinar la actuación de otra forma. Había estado pensando en una actuación más simple en su forma, exteriormente, y no actuarlo todo como ha sido mi característica, porque hasta las comas actúo”, dice José entre bromas. Y continúa: “Aquí vi que, más que un texto dramático, era una propuesta nueva. Yo no conocía el autor –de hecho, sigo sin conocer su obra porque lo que sé, me lo ha enseñado Carolina-, pero ahí vi literatura, vi juego, una cosa muy lúdica. Encontré que era un desafío muy grande, sumando que nunca había hecho un monólogo. Quería encontrar una forma de ser teatralmente y a la vez, encajar en la narración, más que en la actuación”.
Juntos, y en compañía del músico y compositor Andrés Núñez –también esposo de Carolina-, han trabajado el proyecto por más de un año, de manera que la anécdota de pedir un aumento no quede sólo en eso. “Es una situación simple, pero que nos lleva a una cuestión ontológica”, asegura Carolina, “tiene que ver con el ser humano, una vida. Podemos hablar del sentido de ella, la relación del hombre con el trabajo en un sistema donde hay jerarquías y donde pareciera que el personaje se enfrenta a una fuerza abstracta que niega su existencia. Esas cuestiones no son nada de simples o superficiales”.
“Éste es un trabajador que está haciendo su trabajo… pero no muy bien”, agrega entre risas José sobre su rol, el que asegura no es un héroe trágico o cómico, si no que es un hombre común y corriente, un trabajador. “No es un funcionario público, es el empleado de una empresa. Es un trabajador que está en su escritorio, y allí, de a poco, ‘la cámara’ se va acercando no sólo a su rostro, sino que a su mente”, dice mientras mueve sus manos hacia la cabeza y comienza a actuar parte del montaje. Hace una pausa, retoma su papel natural y continúa: “Esas características diarias, pedestres, rutinarias, como el cansancio, hastío, falta de interés, rabia, pena; todo ese tipo de cosas es narrado como cuando uno va a una oficina de trabajo. Es una persona común y corriente, que puede ir en metro o tener auto, ser joven o estar a punto de jubilar. Todo se conecta con la familia, con los hijos, con los amigos, con lo que se piensa del empresariado. Y va sucediendo la cosa”.
José, es su primer monólogo. Va a estar solo en el escenario, y claramente no es lo mismo hacer un rol así siendo más joven, que ahora con 70 años. ¿Cómo ha sido su preparación para este montaje? ¿Ha sido difícil?
Para mí ha sido y sigue siendo un hallazgo, no sólo por la obra, sino que también con Carolina, porque me he encontrado con una directora talentosa. Ella me ha propuesto, desde el inicio, una manera de enfrentar este trabajo. Es todo un concepto muy simple, aparentemente, pero muy novedoso, porque siempre ha estado presente la lectura, la lectura en voz alta que nosotros sabemos que son nuestras voces. A mí me ha servido para plantarme en el escenario con este personaje que hemos ido construyendo, y con sus seis voces. Yo he tenido que abrazarlo de esa forma.
Ella es muy matea y yo también, somos dos mateos obsesos. Así que ha sido un maridaje, como con el vino, cuando se mezcla uno viejo con uno nuevo. Ha sido difícil, sí, y yo se lo he dicho a Carolina: para mí no es fácil enfrentarme a una mujer, y una mujer creativa. Yo le echo la culpa a que todos somos machistas y misóginos, y yo siempre lo he tenido muy presente en mi vida, porque no me hago el leso con respecto a eso. Enfrentarme a todo eso ha provocado muchas cosas profundas, que por lo menos a mí me ha removido, conmovido, y esa misma conmoción que a veces puede enrabiarme o a angustiarme, ahora tiene un signo positivo, de hermandad, de maridaje. Andrés, que es el compositor, conoce la obra igual o mejor que yo, e incluso sus hijos han estado presentes, y todos ellos forman parte de mi vida ahora.
Pero en lo físico, su memoria, moverse por el escenario, ¿nota la diferencia?
Es que es distinto en la medida que nunca había hecho un monólogo, entonces no hay descanso. Aquí no hay tregua, siempre tengo que estar ahí. Concentrarme, actuar, tratar de recordar. Me aterroriza, pero me fascina. Pero estoy cada día más feliz y más confiado de que lo voy a poder hacer, y que voy a poder llegar al teatro. Porque uno no llega sólo físicamente, sino que también tiene que llegar mi alma. Pero todo bien jajaja.