El pacto de Renv: El pueblo mapuche dentro o fuera de la identidad chilena
Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico de Teatro Hoy 2017. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.
La obra del colectivo Epew, presentada en el marco del Festival Teatro Hoy, se posiciona como una reflexión en torno a cómo se ha construido la identidad chilena teniendo como foco de conflicto su relación con el pueblo mapuche. Para ello, elucubra con el relato opuesto al que se impuso en la historia nacional y sus implicancias para ese mismo constructo identitario. Sin embargo, es necesario detenerse en el tratamiento de los acontecimientos y los énfasis que se derivan de ellos.
La historia de Orélie Antoine de Tounens es por lo general conocida. Este hombre de nacionalidad francesa llegó a la zona de la Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX y decidió fundar un reino independiente al Estado chileno. Las autoridades locales no reconocieron su reino y finalmente es devuelto a su país por la diplomacia francesa.
El carácter anecdótico de estos hechos no lo son tanto cuando la imaginación se libera y se piensa en lo que pudo significar el resultado feliz de la empresa de Orélie. El pacto de Renv hace teatro esta posibilidad y en tres actos muestra las implicancias del establecimiento de un territorio autónomo y soberano para el pueblo mapuche.
El conjunto de conflictos que la obra aborda son múltiples. Esto se plasma en la proyección hecha antes de cada acto de un texto que funciona como marco histórico para comprender esta subversión de los acontecimientos y los momentos centrales del conflicto dramático que son escenificados. El posicionamiento de la cosmovisión mapuche, como alternativa a una mirada del tiempo y el espacio, lineal y progresiva, propia de un pensamiento occidental, sería un lugar de enunciación que la obra asume.
La palabra mapuche Renv, que significa cueva y representa en el relato oral mapuche un lugar sagrado donde la temporalidad no existe y los guerreros podían transportarse en el tiempo y espacio, evidencia la intención de mirar la perspectiva otra de la historia. Es decir, la de quienes perdieron en el ámbito político y militar, aunque resisten desde la dimensión cultural.
Pero ante la multiplicidad de discursos que confluyen bajo lo que ha significado el pueblo mapuche, lo cierto es que El pacto de Renv le otorga a éste una posición subsidiaria de la problemática central desprendida de la obra y que sería el repensar la Nación chilena desde los lugares de poder, a partir de los cuales se ha consolidado.
La imagen de un Chile siendo invadido y derrotado en la Guerra del Pacífico, así como el diálogo entre la princesa mapuche y una sobreviviente del pueblo chileno, marginado y obligado a una suerte de diáspora, terminan restándole importancia al conflicto y el choque de cosmovisiones que se sugiere con recurrencia en la obra, lo que finalmente repercute en que no se alcance a posicionar como eje del desarrollo dramático como pareciera ser la operación pretendida.
El pacto de Renv, por tanto, tensiona las relaciones que Chile como Nación ha mantenido con sus propias problemáticas de identidad y no persigue realmente una mirada consciente y crítica del legado histórico y cultural con el pueblo mapuche.
Pese a lo anterior, en sus dinámicas reflexivas la obra sí resulta muy sugerente al plantear las fronteras materiales como símbolos históricamente construidos y, de esta manera, cuestionar el presente de Chile no desde el pasado reciente de la dictadura, como ha sido la tónica en el teatro chileno contemporáneo, sino desde problemáticas que tienen su inicio en el siglo XIX, período histórico en el que se estaban sentando las bases de lo que será el Chile del siglo XX y en gran medida se mantienen en la actualidad.