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Croma: Experimento: pretensión y realidad


Croma: Experimento: pretensión y realidad

Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico de Teatro Hoy 2017. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autora, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.

Por María José Neira

Croma es el cuarto trabajo de la compañía Tercer Abstracto liderada por David Atencio. Esta obra se presenta con una reseña que expone “la deconstrucción de los elementos escénicos para reflexionar sobre la existencia de la escena”. Por medio de la historia de una productora cinematográfica que intenta realizar un cortometraje se pretende mostrar las diversas formas de entender el mundo, abarcando una variedad de puntos de vista que profundicen en la noción de otredad.

La puesta en escena expone un experimento teatral que fragmenta los momentos, al parecer con la intencionalidad de cuestionar la dramaturgia del texto y el uso tradicional de los otros elementos teatrales, pero qué sucede con la vivencia mediada de la realidad que se presenta por medio de mensajes cortos y discursos inconexos: se diluye.

Sin duda, Croma tiene muchísimo trabajo, un despliegue de capacidades coreográficas e interpretativa, pero no queda claro al servicio de qué. ¿Qué es aquello que se quiere mostrar? ¿Una perspectiva de realidad contemporánea caracterizada como superficial y repetitiva? ¿Para qué? ¿Con qué finalidad? Este ejercicio teatral expone una mirada de lo escénico que hace dudar de su sentido último. Si la identidad hoy en día es producto de un diseño, una puesta en escena pone en jaque al artista, quien debe hacerse cargo de lo anti estético, ya no bello, ni sublime. Para esto, la compañía Tercer Abstracto muestra imágenes que permanecen ocultas como lo que sucede detrás de un escenario por medio de una cámara, con la intencionalidad de cuestionar al arte diciendo algo sobre él dentro de una pieza de arte. Sin embargo en Croma, el cuestionamiento es más forma que contenido, porque aquello que cuestiona e inquiere no queda claro.

En términos actorales, cabe entonces preguntarse cuál fue y cómo fue la dirección de actores. A modo de ejemplo: el uso de estatuarias, el acento español o la utilización del color son signos potentes, pero que carecen de significación, pues no lograr constituirse como una idea que sustente la puesta en escena como un todo. En Croma los significados subyacen tan profundos que la escena sobre el escenario no los alcanza a mostrar. Todo parece indicar que este montaje no se ha terminado de armar, que requiere tiempo y profundidad.

Así como se destaca el intento por construir una narrativa visual por medio del uso de colores, sombras y fotografías que emulan lo cinematográfico, estos se convierten en elementos disgregados y sin punto de vista. ¿Qué es lo que se quiere decir? ¿Por qué las escenas transcurren con una estética propia de las películas de Almodóvar en los años ochentas?

Si bien, Josef Albers -el teórico de color que sirve como referente de base- explica en su obra que no podemos recordar los colores luego de una exposición, sin embargo, lo que no es posible de recordar es de qué se trata la obra. Esta excesiva atención en lo estético disuelve la anunciada intención de cuestionar la realidad o la otredad. Y contradictoriamente con lo que Albers indica, es imposible no acordarse de los actores moviéndose en mallas verdes aunque no sea posible comprender por qué y mucho menos para qué.

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