Cada minuto cuenta
Gente circulando de un lado para otro. Ése es el panorama que se ve en cada rincón del Teatro Camilo Henríquez desde que la compañía Tercer Abstracto llegó al recinto ubicado en calle Amunátegui 31, para montar su obra Croma. La agrupación, integrada por 17 personas –once de ellas son los actores en escena–, se pasea de un lado para otro siguiendo instrucciones de su director, David Atencio, intentando afinar detalles para la que será su primera temporada en el Ciclo Teatro Hoy.
Más de una docena de empinados escalones separan el escenario de los camerinos. En el subterráneo, aproximadamente 30 piezas de vestuario –cada actor se cambia tres veces en toda la obra– cuelgan a lo largo de un frío pasillo que luce tres camarines y dos baños. Entre pantalones, chaquetas, vestidos de color pastel, y otros atuendos típicos de la década del 80; una de las integrantes de la compañía revisa cajas llenas de materiales. Mientras, algunas de las actrices terminan de retocar su maquillaje y peinado, y conversan sobre la obra con un marcado acento español. No es sorpresa, ya que cada uno de los protagonistas interpreta a un integrante de una compañía cinematográfica española.
Todos hablan, excepto una de ellas. Melissa Brandt interpreta a una joven sorda, y eso le ha implicado otro tipo de preparación. “Lo que hago antes de salir al escenario es repasar las señas. Es como repetir el texto, pero en lenguaje de señas”, confiesa minutos antes de subir la escalera hacia el teatro. “También durante el tiempo de creación de la obra hemos tenido un entrenamiento físico fuerte, tal como lo hicimos el año pasado con Teorema. Ya no estamos con la persona que nos ayudó esa vez, pero seguimos trabajando esas rutinas porque la obra tiene un cierto ritmo que requiere movimientos determinados”, agrega.
Ya en la sala, y antes de empezar a actuar, los intérpretes se preocupan de otras cosas: ubicar ciertos elementos en determinado lugar de la escena, revisar si falta alguno, calcular cuánto espacio tienen para moverse y realizar las acciones de la obra, probar la proyección de sus voces hacia las butacas del público y revisar las conexiones de una cámara de video cuyas imágenes se mostrarán en una pantalla que cae del techo.
Cuidando no aplastar nada en el suelo, y esquivando mesas llenas de accesorios y elementos que serán utilizados en el montaje; David –con acento español– pregunta si está todo listo, si el elenco está listo. A menos de cuatro horas del horario de función, todo el equipo se reúne detrás de un panel que más tarde servirá para una escena que incluye sombras chinas. Allí, y rodeado de una media luna de compañeros, el director invita a la calma: “Pásenlo bien, chiquillos. Y tranquilos, ahí vamos viendo cómo resulta todo”.