Cada minuto cuenta
Hace cerca de un año, las puertas del espacio Infante 1415 abrieron al público. Ubicado en José Manuel Infante, en la comuna de Providencia, esta antigua fábrica textil funciona no sólo como un espacio para la creación artística y la cultura, sino que también para la participación ciudadana y generar comunidad. Quizás por eso fue que se eligió este lugar para recibir a Los que vinieron antes, un montaje de la compañía La laura palmer que te hará sentir como si estuvieras en el living de tu casa.
Telares, luces de mediana intensidad y estufas. Eso es la primera imagen con la que te recibe Infante 1415, un amplio lugar que al fondo del pasillo presenta un escenario muy particular. Rodeada de sillas de diferente naturaleza –de madera, de plástico, graderías y sillones-, una mesa iluminada por cálidas luces está ubicada al medio de todo el espacio. Sobre ella hay tazas, un termo con agua caliente, pan y galletas, pero también un computador, celulares, cables y otros aparatos electrónicos. Dos mundos que la compañía La laura palmer decidió reunir en un solo lugar.
Los que vinieron antes es el nuevo montaje dirigido por Ítalo Gallardo, que esta vez tiene a sus abuelos en escena. Juntos han encontrado en esta obra un espacio para conversar, conocerse y reflexionar; y a pesar que llevan meses ensayando, están a sólo minutos de presentarse al público por primera vez. “¿Nervios? No, nada”, dice Don Miguel (papá del papá) que está sentado a oscuras en un rincón de la puesta en escena. “Sólo ansiosos por ver a la gente. ¿No es malo estar ansioso, cierto?”.
Los distintos integrantes de la compañía se pasean de un lado para otro y tratan de ubicar de la mejor manera una serie de objetos que forman parte del “museo de lo cotidiano”. Esta experiencia presenta diferentes elementos que pertenecen a los abuelos, como ropa, accesorios, fotos y herramientas; todos expuestos como en una exhibición artística, pero también como contenedores de recuerdos y emociones.
Ítalo se acerca a los abuelos para conversar los últimos detalles. Les pide que le pongan “chispa” a las conversaciones y también que recuerden mantener un volumen de voz apto para que todas las personas de la sala puedan escuchar. “Tú tení que calmarte cuando dices el monólogo”, le aconseja Manuel (papá de la mamá), quien días antes tuvo que sobreponerse a un síndrome vertiginoso. Su nieto agradece la observación y luego les indica por dónde saldrán a escena. “¿Y el saludo que ensayamos?”, pregunta Miguel refiriéndose a la reverencia que los artistas hacen al finalizar el espectáculo. “¡Eso es al final po! Primero hay que actuar y después ganarse los aplausos”, dice entre risas el director. “Ah, pero ¿cómo sabí?”, insiste el hombre de 79 años.
Quedan 10 minutos para que el público empiece a entrar a la sala, prueban audio y los micrófonos de los tres intérpretes. Entonces, Ítalo le pide a todo el equipo de trabajo que se reúnan al lado de la mesa central, donde les da las gracias por el apoyo y a los abuelos por su confianza y cooperación en esta nueva aventura teatral. Quiere que todos juntos hagan el tradicional grito que los artistas hacen antes de cada función, pero primero les explica el origen y lo que se significa. Se toman las manos y al unísono se escucha “¡Mierda, mierda, mierda!”.