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Bosco Cayo: “mis obras hablan del margen, de lo que no está en el centro y que muchas veces olvidamos”


Bosco Cayo: “mis obras hablan del margen, de lo que no está en el centro y que muchas veces olvidamos”

Conversamos con el director y dramaturgo Bosco Cayo acerca de la frenética actividad teatral que se viene. Unos meses que, en sus palabras, serán para “volver a observar lo que uno hace, para entender o quizás confundirse más para crear nuevas obras”.

Por Sonia López Baena

Bosco Cayo, egresado como psicólogo en La Serena, llegó a Santiago para estudiar en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Por aquel entonces, ya había asumido el rol de dramaturgo en los primeros proyectos de Teatro Sin Dominio. En 2012 y 2013 participó en el programa de talleres del Royal Court Theatre en Chile y, desde entonces, no ha parado de trabajar con su grupo de siempre, Compañía Limitada y, puntualmente, con otros colectivos como La Mala Clase.

Durante la segunda mitad de 2015 presentará una panorámica de reposiciones, itinerarancias y nuevos proyectos en los que participa como actor, director y, en ocasiones, también dramaturgo, panorámica que lo tiene “entusiasmado”.

Durante junio, Silabario continúa con funciones gratuitas en comunas de la Región Metropolitana gracias a un Fondart adjudicado este 2015. En agosto empezará a ensayar El pago de Chile, obra que se estrenará en enero de 2016 en Taller Siglo XX. En septiembre estará en Teatro del Puente con Retrospectiva Limitada, muestra que agrupa los tres montajes de Compañía Limitada: Yo te pido por todos los perros de la calle (2012), Limítrofe, la pastora del sol (2013) y Taltal (2014). Este ciclo, explica Bosco, “busca poner nombre a nuestra forma de dirigir, actuar, diseñar, producir e investigar”. A continuación estrenará Asepsia en el Teatro Camilo Henríquez, texto de 2002 sobre “cómo las problemáticas en torno a la salud del país siguen sin solución”. Para cerrar el año, en noviembre, su obra Leftraru girará por el sur llevada por la compañía La Mala Clase gracias a un Fondart de Itinerancia.

Por si todo lo anterior fuera poco, mantiene conversaciones con Micaela Tavara, una actriz-performer peruana, para una creación chileno-peruana que hable sobre la situación de límites que existe entre los dos países.

Conversamos con Bosco Cayo acerca de la frenética actividad teatral que se viene. Unos meses que, en sus palabras, serán para “volver a observar lo que uno hace, para entender o quizás confundirse más para crear nuevas obras”.

¿En esta etapa de reposiciones y nuevos proyectos, te das algún espacio para reflexionar sobre la evolución de tu modo de enfrentarte al texto?

Todo el rato es reflexión, es un ejercicio de detenerse y lograr ver lo que uno está haciendo. A veces pienso que el mercado hace que el artista se sienta obligado a estar en un sistema de producción que es muy fuerte y demandante. Volver a ver o leer el trabajo que uno hace se vuelve necesario para seguir escribiendo y creando nuevos trabajos, porque el tiempo de reflexión es muy activo y te insta a escribir o montar nuevas cosas. Ya tengo en mente nuevas obras y estoy trabajando para que se concreten lo más pronto posible.

Lo bueno de este ejercicio es que escuchar o leer lo que he escrito me ayuda a entender los temas y las formas con las que escribo. Hay algo con la edad, con los intereses en ese tiempo, con lo que me gusta del teatro, con lo contingente del país, incluso con mi estado personal, que logro descifrar en lo que queda escrito. Es como estar frente a una radiografía que tengo que diagnosticar. Es interesante hacerlo ahora, porque tampoco soy tan viejo y es una inyección de nuevas ideas, un empujón para seguir trabajando.

Por otro lado, lo que más me gusta es que se afianza un trabajo colectivo y tus compañeros se involucran en la investigación, aunque no haya recursos o sueldos, por el puro interés de investigar y hablar de temas que nos interesan. Ese es, para mí, el mayor logro.

En tus obras, la realidad y la ficción están en permanente diálogo. ¿Cómo surge la particularidad de ese diálogo? 

Lo primero fue entender que la realidad no es algo objetivo, sino más bien un listado de versiones. Conocemos la oficial, que pareciera ser una verdad, pero que más bien es la versión que conviene contar en nuestra historia. La escritura comenzó a hablar de esa diversidad. El acercamiento al objeto (lo real, que no es una verdad) puede partir desde una noticia, un tema, un discurso, un vídeo en YouTube, la observación en la calle o una sensación.  Luego viene el juego de inventarse otra versión, otra posibilidad que nos haga jugar a la verdad.

Al leer hoy las obras, me doy cuenta que cada una de ellas también se condiciona o deja traslucir cuál fue el modo de selección o de acceso al objeto real. Por ejemplo, en Yo te pido por todos los perros de la calle fue un tema, la educación. En Limítrofe, la pastora del sol, fue el caso de Gabriela Blas. Y en Tal Tal un lugar geográfico. En Silabario fueron los discursos de los profesores movilizados, los que me llevaron a inventar una ficción que los contuviera, y en Asepsia fue un testimonio laboral de mi mamá lo que me llevó a escribir la obra.

La ficción juega a ser un contenedor. Es como si las obras fueran un entretejido indescifrable de posibilidades de lo real, que se juntan para formar una versión (ficción) que juega a volverse real.

En tus textos, la relación de los personajes con las instituciones está muy presente. ¿De dónde nace este interés?

Considero que estamos en un momento histórico muy importante. Al parecer, la idea de la institución o del gobierno que busca la protección y el bienestar del sujeto está en una crisis profunda. No es una novedad, es cosa de ver las noticias y leer el diario. El país está descontento con sus representantes, ya no hay confianza, no hay representación, hay que salir a las calles y demostrarlo, esa es la única verdad, el descontento de un país. El último estudio del PNUD lo indica: el país se ha politizado, hay una lucha propia por exigir justicia e igualdad, por cambios profundos en nuestras políticas, ya sea en salud, educación, cultura, etc.

Creo que mis personajes se ubican justamente en esa pelea, están en el medio. Nunca más abajo, ni tampoco más arriba. En ese indescifrable lugar que llaman “clase media”, ese espacio abismante que pareciera ser seguro y neutral, pero que cada vez se cansa más del desamparo y la inequidad. No hay que olvidar que “la clase media” también es una invención, y que nadie sabe cómo describirla, aunque todos nos identifiquemos con ella. Mis personajes deambulan por consultorios, postas, escuelas públicas, juntas de vecinos, retenes de carabineros y liceos, juegan a enjuiciar sus políticas y reflexionar sobre cómo debería ser el país. El interés de hablar desde ahí, es simplemente hablar del lugar que conozco. Del lugar donde mi familia trabaja y desde donde pude observar la desigualdad.

¿Qué valor tiene la itinerancia en el acceso a los públicos?  

Ha sido muy interesante, mis obras hablan del margen, de lo que no está en el centro y que muchas veces olvidamos, es recordar que de ahí venimos o que también tenemos las mismas diferencias. La itineraria es la oportunidad de que esos temas sean escuchados por otro público, que no es el que va al GAM o a los teatros que están más centrales. Es una confrontación muy necesaria, porque te hace pensar en lo que uno escribe. Hay una nueva forma de escuchar y el texto comienza a tener un significado nuevo, que no había imaginado antes. Eso es liberador y provocador, dan ganas de escribir nuevos trabajos e itinerar con los anteriores.

Está siendo muy lindo lo que pasa con Silabario, la gente opina durante la función, aplauden en los discursos de la obra, te esperan para dar sus impresiones. Hay un contacto directo entre el público y los creadores, algo vivo que muchas veces no ocurre en los teatros céntricos. El público está presente y tiene su opinión frente a lo que está viendo, y eso te lo demuestran a cada rato, eso es impagable.

Retrospectiva Limitada: en Teatro del Puente, del 1 al 13 de septiembre, con funciones de martes a domingo.
Silabario: funciones gratuitas en Talagante el 6 de junio, La Granja el 12 de junio y Huechuraba el 18 de junio.

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