Agustín Letelier: “ Para mí lo importante era tratar de explicar las obras, entregar una perspectiva lo suficientemente pensada”
“Veía las obras dos veces”, dice Agustín Letelier cuando se le pregunta por la técnica que, por tantos años, lo mantuvo entre los mejores críticos de la escena local. “Siempre lo hacía así antes de escribir. No había otra forma porque la perspectiva cambia la segunda vez: empiezas a ver cómo se organiza todo, la estructura de la obra se percibe mejor”.
Después trataba de encontrarme con el director o el autor del texto para saber un poco más qué es lo que hay detrás de una obra de teatro. Conocer las intenciones y si éstas se lograron o no. Incluso a veces después del estreno pasaba al camarín a saludar y a hablar con el elenco.
No lo hacía por investigar, sino más bien para tener una mejor idea del proyecto. Para mí lo importante era tratar de explicar las obras, entregar una perspectiva lo suficientemente pensada. Por eso era indispensable conversar con los creadores del montaje, tener la apertura y el cuidado de tratar de entender al artista.
“Mi llegada al teatro fue desde antes que naciera”, cuenta Agustín y al mismo tiempo se ríe de esta extraña coincidencia que de alguna forma marcó su futuro: “Mi madre era amante del teatro y un día, mientras estaba en una función, hubo un temblor muy fuerte que hizo que yo, que estaba de 8 meses, naciera esa misma noche”.
A la historia de su nacimiento le ha dado varias vueltas. Le llama la atención lo misterioso de algunas situaciones que, sin querer, te definen o llevan por algún camino. “Como hacerme amigo de un gran director en un matrimonio al que me invitaron casi de casualidad”, agrega.
Ese director era Juan Guzmán Améstica, destacado dramaturgo chileno que más tarde se transformaría en uno de sus grandes amigos: “Como él estudiaba teatro en la Universidad de Chile empecé a frecuentar gente como Fernando González, José Pineda, Silvia Santelices, Lucho Barahona y Sergio Aguirre. Yo estudiaba literatura en esa época y los temas de teatro me interesaban desde otro punto de vista, no precisamente desde la actuación”, recuerda el crítico.
Años después otro hecho le fue abriendo camino en el teatro. Era 1969 y Samuel Beckett recibía el Premio Nobel de Literatura. Ese momento, dice Agustín, fue también importante pues lo invitaron a dar una charla sobre la obra del escritor irlandés. “Yo había comprado algunos de sus libros y había leído Esperando a Godot. Así que di una charla que parece que al director de la Facultad de Letras de la PUC le pareció bien, y al año siguiente me ofreció un curso de literatura contemporánea que anteriormente impartía Roque Esteban Scarpa.
Yo hacía muchas cosas con el teatro dentro del curso que impartía en la PUC, y estando en eso un día María Olga Delpiano me ofrece comenzar a escribir críticas para el diario. Para mí en realidad fue una cosa muy importante. Yo estaba en la universidad comenzando mi carrera como profesor. Entonces hacer esto era como entrar a la selección nacional.
Desde ese momento nunca más dejó de ir al teatro. Sin habérselo propuesto, terminó trabajando más de 30 años como crítico de teatro, teniendo sólo una pausa de diez años mientras vivía en Japón, país que lo marcó y en el que fue agregado cultural y docente de prestigiosas universidades.
Y a pesar de toda esta experiencia, dice, no sentirse ni crítico ni periodista: “soy simplemente un profesor de literatura que sabe de teatro, poesía y novela”.
Yo podría continuar pero es bastante posible que comience a ser injusto con los más jóvenes. Sucede que los criterios que está desarrollando el teatro actual me resultan un poco lejanos, no logro sintonizar bien. Entonces seguramente me inclinaría sólo a ver los errores, lo que les falta. Y eso creo que no es justo ni con los artistas ni conmigo.
El 7 de julio pasado Agustín Letelier fue homenajeado por el comité de teatro del Círculo de Críticos de Arte. En la oportunidad se destacó su trayectoria en las artes escénicas y su labor como docente de la Pontificia Universidad Católica de Chile.