60 años de dramaturgia: Royal Court Theatre celebra seis décadas de trabajo
Este 2016, uno de los teatros más importantes de Europa y el mundo celebra un aniversario especial: el Royal Court Theatre de Londres cumple 60 años de funciones y un trabajo que durante todas sus décadas ha estado dedicada a la dramaturgia. Fundado en 1956 por el director teatral George Devine, el Royal Court nació con una clara misión: ser el teatro de los escritores. “Él quería un teatro donde los experimentalistas de la era moderna pudieran ser vistos, con escritores contundentes e inflexibles, donde sus trabajos fueran estimulantes, provocativos y excitantes”, recordó Vicky Featherstone, Directora Artística del recinto desde 2013, durante el anuncio de la temporada aniversario. Para ello, sus responsables dejaron un poco de lado la imagen del director y sus actores, poniendo ojo en la dramaturgia, y así dar espacio para que nuevos y consolidados escritores pudieran poner en escena a los personajes de los que escribían y las historias que soñaban.
Así fue como el 8 de mayo del mismo año, el espacio abrió sus puertas para la primera función de su historia. Look back in anger de John Osborne, la tercera producción de la nueva English Stage Company, y con George Devine como director; estrenó el Royal Court en el Parque Sloane. Luego de haber sido descartada por creadores como Laurence Olivier, Terence Rattigan y Binkie Beaumont, el mismo Devine escogió esta obra entre otros 700 textos, y si bien no fue un éxito de taquilla y recibió malas críticas, su responsable se mantuvo firme con el montaje y su dramaturgo ya que para él expresaba el enojo y la frustración de la joven generación de la década de 1950. Ahora, la pieza teatral es considerada como la obra que marcó el comienzo del teatro británico moderno.
Desde entonces, escritores como Peter Gill, Christopher Hampton, Athol Fugard, Howard Brenton, David Hare, David Storey, Joe Orton, Ann Jellicoe, Wole Soyinka, David Edgar, Sam Shepard, Mary O’ Malley y Harold Pinter pusieron sus ojos en el Royal Court. Obras como Saved de Edward Bond, The Philanthropist de Christopher Hampton y The Kitchen de Arnold Wesker son ahora clásicos del teatro británico; mientras que otras como The Rocky Horror Show de Richard O’Brien, Owners de Caryl Churchill -quien terminó escribiendo 17 obras para este teatro- y Constellations de Nick Payne, han marcado la historia del recinto.
Actualmente el Royal Court tiene más de 50 obras en revisión para ser montadas en sus escenarios –el Jerwood Theatre Upstairs y el Jerwood Theatre Downstairs-, los cuales cada año, presentan más de 530 performances de 25 obras diferentes, con más de 120,000 asistentes cada uno.
“Ya van 60 años del Royal Court, y seguimos luchando por hacer lo mismo: un programa que englobe lo mejor de la escritura para el teatro”, aseguró Vicky Featherstone. “El Royal Court Theatre ha sido único por 60 años, y estoy ansiosa de que sea así por los siguientes 60”, agregó.
Desde el primer día de funcionamiento, su fundador lo dijo: “quiero que éste sea el teatro de los escritores”. Por eso, además de recibir textos de dramaturgos externos, el propio teatro comenzó a dar espacio para que cada vez fueran más los que escribieran sobre la sociedad en la que vivían. Así nació el Programa de Escritores Jóvenes, una iniciativa creada en 1966 para desarrollar y producir los mejores nuevos textos a cargo de jóvenes menores de 25 años, animando a los escritores de todos los sectores de la sociedad a encontrar su propia voz. El resultado de esto fue el Primer Festival de Escritores Jóvenes en 1973, y que sigue siendo un evento regular.
Pero el Royal Court no se quedó ahí. Desde entonces sus profesionales han ido desarrollando programas que buscan educar y ayudar a desarrollar a nuevos y emergentes escritores para el futuro, tanto en Londres como el resto del mundo, donde han llegado a cerca de 70 países de 40 lenguas distintas. “Si volvemos a 20 años atrás, podríamos decir que no hay lugar en el mundo que no hayamos conocido, esto porque tenemos dos tipos de trabajos: vamos a otros países, trabajamos con escritores durante un periodo largo y en un país en particular; pero también traemos directores extranjeros a nuestro teatro”, explica Elyse Dodgson, Directora Internacional del teatro. La idea, agrega, no se trata de ir a otro país y ser una especie de “misioneros”, sino que de establecer una relación igualitaria, capaces de compartir ideas de teatro, formas y sobretodo, historias que dan una noción de la vida de las personas, sin importar lo diferentes o lejanas que sean.
“Estamos siempre pensando sobre nuestro lugar en el mundo”, dijo su Directora Artística a principio de año, y ejemplo de ello fue lo sucedió hace un tiempo, cuando dos dramaturgos extranjeros se presentaron en el Royal Court. Elyse lo explica al decir que “todo lo que nos pasa aquí está afectado por lo que está pasando en otros países, y me parece que las audiencias están hambrientas de escuchar las voces y las historias que no podrían conocer de otra manera. Recientemente trajimos a algunos de escritores de un proyecto que hicimos en Líbano y Siria, y fue impresionante. Cientos de personas vinieron sólo a escuchar sus lecturas y conocer su trabajo, porque sentían curiosidad y querían entender lo que está pasando. Fue un trabajo muy emotivo”.
Las alianzas con instituciones culturales del mundo ha sido clave para el funcionamiento del Royal Court y su misión por dar espacio a voces de todos los rincones. No por nada, su Directora Artística ha destacado que éste es uno de los años más internacionales del recinto, gracias a las colaboraciones internacionales que poseen: el Schaubühne de Berlín, el Abbey Theatre de Dublín, el Market Theatre de Johannesburgo y el LIFT Festival de Londres.
Pero Chile también forma parte de esas sociedades desde 2012, año en el que el Royal Court Theatre dictó un Taller de Dramaturgia sólo para autores nacionales. “La experiencia en Chile -y no lo digo sólo por decir-, ha sido una de las experiencias más altas que hemos tenido, y de las que mejor hemos logrado… en la vida”, confiesa Elyse. “Creo que fuimos bendecidos de tener un grupo fantástico de escritores chilenos. No sólo eran muy talentosos y brillantes escritores, sino que también hermosas personas. Hubo un gran sentimiento de amor y compromiso en el grupo, todo fue excelente”.
En aquella ocasión, doce chilenos contaron con la ayuda de Elyse y otros dos destacados autores británicos, Leo Butler y Nick Payne. “Fuimos muy afortunados de tenerlos, porque fueron devotos al taller. Son dos destacados y visionarios dramaturgos que trabajaron muy bien y de forma muy hermosa con los chilenos”, recuerda Elyse.
En aquella ocasión, se trabajó el método del Royal Court: “Siempre hay una idea inicial, después se empieza a trabajar en ese proyecto, se da mucho feedback y consejos prácticos que permitan que la obra avance”, explica Elyse, y continúa: “A cualquier lugar que vamos, porque somos un teatro que busca trabajos contemporáneos sobre lo que está pasando en el mundo hoy, le pedimos a los dramaturgos que escribieran sobre algo que fuera urgente para ellos, algo que quisieran captar como dramaturgos de su país. Y Chile es un país como ningún otro, por la forma en la que su pasado impacta al presente. Estas obras son sobre el presente, pero por supuesto que fueron capturadas por el pasado militar y lo que pasó tiempo atrás. Las obras capturaron de forma urgente lo que le preocupa a la gente de Chile en el día de hoy, pero además para nosotros fue fascinante descubrir que somos un país que estuvo involucrado con Chile durante ese tiempo e incluso después”.
A pesar de que las temáticas son relacionadas a Chile, igual resultan universales. ¿Son similares a las de otros países?
Creo que de alguna forma, algunas de ellas, pueden ser temáticas similares al resto del mundo. Por ejemplo, tuvimos un proyecto en Sudáfrica, un país que sólo ha tenido regímenes democráticos en los últimos 20 años y lo que los jóvenes están diciendo sobre lo que están viviendo hoy es que todos pensamos que los problemas acabaron, pero siguen los problemas. Nuevamente hay que reconciliarse con el pasado, los sueños. Quizás es similar a lo que pasa en Chile, pero la forma en que es tratado el tema, la historia en sí misma, la forma en que se usa el lenguaje, es totalmente distinta.
Incluso con los chilenos, algunas de las obras trataban otros temas, como las clases privilegiadas y de cómo tratan a las personas que trabajan para ellos, o el conflicto mapuche; no fue sólo sobre el régimen militar, pero que igual estaban afectadas. Eran historias muy particulares sobre Chile, pero siento que entre más particulares eran, más universales se tornaron.
Este año realizarán una segunda versión de sus Talleres de Dramaturgia en nuestro país, pero esta vez también se incluirán a autores de Argentina y Uruguay. ¿Cómo lo están preparando?
Estoy muy emocionada por este nuevo proyecto, porque va a ser maravilloso empezarlo en Chile, porque se siente como si fuera nuestra casa. Queremos conectarnos con los dramaturgos que participaron en el primer taller, pero por sobretodo acoger nuevos escritores. La idea e trabajar con gente de Uruguay y Argentina, y que todos puedan compartir sus trabajos, ideas y preocupaciones, va a ser muy emocionante.
Es la primera vez que trabajaremos con Argentina y Uruguay, a pesar que tuvimos a algunos autores haciendo unas residencias acá. Tenemos una larga historia recibiendo a escritores argentinos, y la primera vez fue en 1998 con un muy joven Rafael Spregelburd, después vinieron muchos. También vino Gabriel Calderón, de Uruguay, un director de Montevideo. Hemos trabajado con artistas de estos países, pero nunca hemos ido allá.
¿Los talleres seguirán la línea de los anteriores o habrá modificaciones?
Nunca son iguales todos los talleres que hacemos, no podemos predecir cómo van a ser. Siempre va a depender de las personas que participen, las cosas que les preocupa, las cosas que quieran aprender y lo que nosotros queremos saber de ellos. Cada taller es único. Por supuesto que la idea es compartir y trabajar con ideas qe crucen los tres países y sus culturas. Estamos muy emocionados.