23.6.2015 | None
Crowdfunding: cuando el público es el mecenas
Las necesidades suelen variar entre los $ 500.000 y los $ 5.000.000. Todas expresadas en llamados abiertos a cibernautas con el objetivo de materializar un sueño teatral: desde realizar un montaje, hasta habilitar un espacio para las artes escénicas. El teatro es quizá una de las manifestaciones culturales que más vuelo ha tomado en las plataformas de crowdfunding, iniciativas online de financiamiento colectivo para proyectos. O en buen chileno, “hacer una vaca”. Pero en este caso, con reglas, compromisos y un potencial masivo.
Límites, la nueva obra de la compañía La Laura Palmer, estuvo hasta el domingo 21 de junio en el sitio Fondeadora. Su meta era recaudar 2 millones de pesos, presupuesto que según declararon, no era imprescindible para el montaje, pues la coproducción con Fundación Teatro a Mil en Chile les apoya en la gestión de auspicios, salas de teatro y la difusión. La prueba es que Límites ya se estrenó, el 19 de junio pasado, y seguirá en cartelera hasta el 5 de julio en el Teatro Sidarte. ¿Para qué es entonces el dinero?
“Los recursos que estamos pidiendo son para, de alguna manera, recuperar en parte la inversión que hemos hecho. Todo el equipo ha trabajado por más de 9 meses sin sueldo y eso implica una inversión importante de tiempo y energía. Además del dinero que hemos gastado en escenografía, equipos audiovisuales, arriendo de sala, etc.”, explica Ítalo Gallardo, director del montaje. “En Chile hacer teatro es una gesta, una batalla, y esta es un arma para lograrlo de la manera más profesional posible”.
La lista de proyectos teatrales chilenos en plataformas como Idea.me (la más usada por creadores nacionales en la actualidad), Fondeadora y Kickstarter tienen en común que el proyecto se realiza de todas formas, logre o no los fondos. El financiamiento apunta más bien a mejorar las condiciones de trabajo, optando por una producción más profesional, que remunera tiempo y esfuerzo.
El ciudadano coproductor
La precariedad de las condiciones para producir teatro no es solamente nacional. En Nueva York, por ejemplo, menos de la mitad de los espectáculos presentados en Broadway en 2014 finalizaron con ganancias. “Producir teatro puede ser riesgoso”, explica el sitio especializado Teathermania. “Reunir capital para producir un montaje nuevo es muchas veces difícil. Es por eso que el crowdfunding, al reunir dinero en incrementos relativamente pequeños desde un grupo de apoyo amplio, es en muchos casos un buen camino. Particularmente en las producciones de pequeña escala, donde cada dólar donado va hacia los tejemanejes de montar una obra de teatro o un musical”.
El sistema crowdfunding tiene distintas variantes, pero en las artes escénicas prima el sistema de recompensas. Se establecen franjas de inversión, con recompensas específicas. Respecto de la meta, hay dos posibilidades: puede ser “todo o nada”, es decir, si no se consigue el 100% del dinero propuesto, se devuelve a los inversionistas; o “todo suma”, es decir, cualquier dinero que se logre recaudar se incorpora a la iniciativa, para lograr objetivos específicos según se complete un 25%, 50% o 75% del presupuesto. En ambos casos, el cambio de panorama para los inversionistas es trascendental: en ningún caso el dinero se pierde.
La nueva familia, segunda obra del director chileno Rodrigo Susarte, actualmente busca un financiamiento de dos millones y medio de pesos por Idea.me, bajo el formato “todo o nada”. “Dada la naturaleza de la obra [que explora el libertinaje sexual], la consecución de recursos a través de concursos públicos y/o la empresa privada ha sido imposible”, explica la compañía en su invitación. Las recompensas van desde agradecimientos por redes sociales ($ 2.000) a una función privada ($ 80.000). Para quienes están interesados en adelantar su compra de entradas, pueden optar por una simple a $ 4.000, o una doble, con fotografías y autógrafos, por $ 10.000.
Así las cosas, pareciera ser que convertirse en inversor está cada vez más al alcance de bolsillo del ciudadano común. Una situación hasta ahora inédita en el teatro, que solía depender de donaciones filantrópicas –a cambio de nada más que gratitud y prestigio–, fondos concursables estatales o aportes descontados de los impuestos de empresas privadas, vía Ley de Donaciones Culturales.
Con el crowdfunding, por primera vez la posibilidad de producir está en manos de los consumidores. El beneficio sería directo, convirtiendo la inversión en un intercambio. “Tiene un componente simbólico, en tanto cada persona se vuelve un coproductor, haciendo aún más colectivo este trabajo”, dice Gallardo. “También hay un componente político: si las instituciones o el Estado no aseguran cultura de calidad, entonces debemos generar maneras autogestionadas para hacerlo”.
Pero, ¿es ésta la solución total? Difícilmente, afirma el director. “Son alternativas complementarias, ya que el crowdfunding no logra cubrir todos los gastos”, explica. No hay hasta ahora casos chilenos que hayan apuntado a financiar la totalidad de sus gastos por esta vía, que en el caso de Gallardo se remontaría a 10 millones de pesos. “Es una buena alternativa para compañías emergentes y para paliar ciertos gastos, pero no en su totalidad”, concluye, al tiempo que cierra su iniciativa online. A tres horas de finalizar, tenía el 106% del financiamiento propuesto logrado, y una larga lista de 86 coproductores de Chile y Argentina.