26.10.2018 | Cada Minuto Cuenta
Cada Minuto Cuenta: Malen
Me acerco al Centro GAM a la hora punta, tres horas antes de la función las 19 mujeres que interpretan Malen se preparan para la última función de la temporada. Me recibe en la puerta la madre del director Ricardo Curiqueo y muy amablemente me hace pasar a la sala A-2 del edificio. Subo por las escaleras y luego me introduzco por detrás del escenario, bajo un poco más, y llego finalmente al camarin. En mapuzungun, la palabra malen se refiere a las niñas que comienzan a adquirir los conocimientos ancestrales de las mujeres mayores, y es ese diálogo intergeneracional lo que el coreógrafo y bailarín Ricardo Curaqueo pone en escena en clave de danza contemporánea. Si no alcanzaste a verlo, el montaje se presentará durante enero en el Festival Internacional Santiago a Mil.
Trenzarse el pelo es el trabajo que toma más tiempo para las mujeres que llevan un año interpretando la obra, comentan entre risas que algunas durmieron trenzadas porque todavía no aprenden a hacerlo solas, mientras unas ayudan a otras con el peinado. En el camarín se aprecia mucha complicidad entre ellas, dos de las mujeres se están incorporando hace poco al equipo y compartes sus inquietudes con respecto a los movimientos. A ratos se escucha a las más pequeñas correr por el escenario que está sobre nosotros, sus pasitos apresurados son el soundtrack de la situación. Ayelén, la figura central de la obra, de tan sólo 12 años baja a contarnos que están jugando a la pinta.
Comparten el mate, algunas se maquillan y el director les pide que se apresuren para comenzar el training previo al espectáculo. Karen Carreño, la asistente de dirección, se prepara a su lado mientras comentan conmocionados las reacciones de las personas después de ver Malen, dicen: – Cuesta sacarlos de la sala, ayer una niña lloraba desconsolada, dan ganas de contener a las personas, es precioso.
Llega la hora del preparamiento físico y todas las mujeres sobre el escenario corren de un lado para otro, trabajan las energías, hay mucho respeto y amor entre ellas, sus miradas se van encontrando mientras se desplazan de un lado a otro del escenario. La hija de una de las intérpretes anda revoloteando por ahí con un amigo, también se unen a la preparación y se saben los ejercicios de memoria, les cae la gota de sudor. Las encargadas de tocar el Kultrún se acercan al instrumento y musicalizan la escena, agregan calentamiento vocal. Desde las butacas el director corrige algunas posiciones. Ya falta poco para comenzar la función.