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Cuatro versiones de Violeta Parra se suben al escenario en Santiago a Mil 2018


Cuatro versiones de Violeta Parra se suben al escenario en Santiago a Mil 2018

En 2017 se cumplió un siglo del nacimiento de Violeta Parra, y varias fueron las obras que llevaron su imagen a los escenarios como parte de las celebraciones, por eso en el XXV Festival Santiago a Mil también habrá un espacio reservado para la multidisciplinaria artista. Conversamos con un director y tres actrices que han interpretado a la multidisciplinaria artista, quienes reflexionan sobre la imagen que presentaron en cada uno de los montajes y la importancia de Violeta en sus vidas.

Por Sergio Espinosa y Karina Mondaca


Fotografías: David Triviño Araya

SANDRA FIGUEROA
Paloma Ausente – Colectivo La Patogallina

¿Cómo es la Violeta que interpretas? 

Somos más de una actriz las que representamos a Violeta, en la búsqueda por mostrar esa Violeta que tiene múltiples aristas, que es creadora a nivel musical, a nivel plástico o investigadora. Es una Violeta súper humana, sensible, con rabia, con amor, con ganas y frustraciones. Siento que la Violeta de Paloma Ausente no es una visión única de ella, sino que se busca mostrarla en sus diferentes facetas. A mí me toca la Violeta de El Gavilán, la Violeta que es la creadora y que, también en esta creación, está toda su frustración, su encanto del desencanto. Ella ocupa toda esta energía de negaciones que recibió para su creación.

¿Qué es para ti la figura de Violeta?

La Violeta en sí es una fuente de inspiración, podríamos decir que ella en si misma es una obra. Y siento que no tengo todas las palabras para traducir lo que ella puede significar para los artistas. La inspiración viene de la misma simpleza y profundidad de su obra. Y es súper transversal la Violeta, porque puede inspirar a un artista o a cualquier persona que la escuche, porque además es cercana.


MARÍA JOSÉ SIEBALD
Ayudándole a sentir – Dirigida por Juan Pablo Peragallo

¿Cómo es la Violeta que interpretas? 

Nuestra Violeta era curiosa, con ganas de conocer las tradiciones de su tierra, de su país. Su investigación sobre el canto popular, y la enfermedad que tuvo a esa edad, la viruela, la hizo también acercarse a la muerte y el lado oscuro de la vida, pero de una forma bella. De una manera, su arte fue predeterminado debido a ese episodio, porque ahí se dio cuenta que por culpa de ella, murió mucha gente. Así ella se acercó al rito del angelito, a las tradiciones de campo.

¿Qué te pareció interpretarla?

Cuando te invitan a trabajar y ser Violeta, lleva un peso muy grande, pero siento que ante todo hay que ver que Violeta fue humana, un ser humano muy sensible. Ése era el gran desafío: transmitir esa sensibilidad emocional y artística para poder, más que representarla a ella, sentir cómo ella sentía y por qué se expresaba de esa manera, con tanta sutileza, con tanto color, con tanta alegría dentro de la oscuridad en la que vivía.

La obra muestra a Violeta enferma, y como el doctor no sabía lo que tenía, le pide que se quede en silencio. Ella descubre que sus manos pueden transmitir y comunicar, y empieza a cantar a través de sus manos, cantar a través de sus manos. La lengua de señas es un lenguaje escénico tan potente y tan visual, e incluso, para mí, más poético que la palabra oral y escrita. Es un lenguaje tan honesto y sincero, que obliga a trabajar a todo tu cuerpo, todos tus sentimientos para afuera, para que te comprendan.


PAULA ZÚÑIGA
En fuga no hay despedida – Dirigida por Trinidad González

¿Cómo es la Violeta que muestran en el montaje? 

Desde el inicio, nuestra intención no fue interpretar a Violeta Parra, o personificarla; sino que tomar su complejidad emocional y su espacio artístico, y vincularlo con nosotros. Pensar desde qué lugar podíamos comprenderla, tratando de ser lo más verídicos en su complejidad, y no mostrar una caricatura de ella. Ponerla en un lugar complejo de la humanidad nos permitía alejarnos de una mirada plana o de una mirada que todo el mundo quiere ver, ocultando lo que podríamos decir “feo”, feo cuando se habla de rabia, porque en este país, la gente que se enoja es como fea.

El acercamiento fue desde ese lugar, encontrarnos como artistas con ella. El trabajo que hacemos con Trini tiene que ver con uno y encontrarse desde uno lo que estoy perpetrando, porque no hay otra manera de actuar. Hay que tener una convicción de que lo que estás haciendo tiene un sentido, y esa conexión la tuvimos desde un comienzo con la Violeta Parra. Cuando ella dice: “Hay que darle sentido a la existencia”. Ella fue catalogada como intensa, y nosotras también somos reconocidas como actrices intensas; entonces hay harto vínculo con la Violeta, nos conectamos totalmente.

¿Cómo describirías su imagen?

Cuando hablo de Violeta, es hablar de cuando una persona se instala en la vida, en todos los campos. Todo lo que hacía tenía un sentido político. Ella era una mujer extremadamente creativa, una mujer que donde estuviera, le daba sentido a los que estaba haciendo. Por eso hizo arpilleras, por eso pintó, por eso escribió, por eso hizo música, por eso investigó, por eso se conectó con la identidad de Chile a través de eso, buscando su propia identidad. Cuando uno busca la identidad de tu país, estás buscando tu propia identidad. Por eso ella  quiso darle honor al héroe popular, al cantor popular, en la carpa de ella; y cuando este país no entendió eso, dejó de tener sentido para ella el vivir.

No es sólo un aspecto con el que me conecto con Violeta, sino que con toda la humanidad de ella. Ella fue capaz de ser muy visionaria, pero también tiene un concepto de humanidad extremadamente grande, de profundidad, y cayó en la depresión. Y cuando uno cae en la depresión, es porque tiene mucha pena. Todos se sostienen de lados distintos, y ella no se pudo sostener. Siento que somos más de uno los que pensamos que se puede transformar lo que no está bien, la injusticia. Creo que todos tenemos que aportar, tenemos que volver a ser pueblo, el pueblo del que ella hablaba siempre, volver a darle sentido a la palabra, darle el valor que mi palabra tiene. El día en que nos volvamos a conectar con eso, Violeta podría sobrevivir.


RODRIGO PÉREZ
Director de Violeta Parra: Al centro de la injusticia

La obra habla de Violeta, pero no aparece en escena. Entonces, ¿cómo se ve a Violeta? 

Esta obra surge por una petición de Ángel Parra, el hijo de Violeta. A propósito de que él tenía su libro recién salido (Violeta se fue a los cielos). Lo que vamos a ver sobre el escenario es solamente un par de palabras de Ángel, más una composición en guitarrón que nos acompaña y todo lo demás es solo Violeta Parra, no hay dramaturgia de por medio, hay dramaturgismo, que es la organización del material. Para esa organización participó Ángel Parra desde su creación literaria.

¿Cómo fue abordar un personaje de esta envergadura?

Yo siempre he tenido mucho pudor con eso. Nunca he hecho nada salvo eso. Los miedos de uno siempre tienen que ver con la mirada de afuera, y esa mirada tiene que ver con que exista la posibilidad de que alguien que la conoció, efectivamente, o conocía a ese personaje equis, vea la obra. Si ya es imposible que haya alguien, me atrevo. Es difícil, por eso entro con la poesía.

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