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[Crítica escénica] Every-one: Siguiéndole el ritmo a la calle


[Crítica escénica] Every-one: Siguiéndole el ritmo a la calle

Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico del Festival Santiago a Mil 2018. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.

Por John Álvarez

Un grupo de personas cada vez más númeroso caminamos por lugares estrechos de Santiago. Son casi las 8 pm y los transeúntes a nuestro alrededor nos miran con extrañeza y molestia por haberles interrumpido su rutinaria vuelta al hogar. Nosotros disfrutamos del recorrido y generamos una complicidad un tanto excluyente al seguir en marcha, sin mencionar por qué lo hacemos ni que estamos siguiendo Every-one,  un montaje creado por el austriaco Willi Dorner y presentado en el marco del Festival Santiago a Mil 2018.

La intervención urbana es un área en la que se han desarrollado múltiples disciplinas en los últimos 15 años. Hoy no resulta extraño enfrentarse a una instalación o una performance en medio de la ciudad interviniendo la rutina y el flujo de los transeúntes, sin necesidad de espectadores pre establecidos; más bien, generándolos.

Every-one utiliza la danza como principal soporte. Es un recorrido con múltiples estaciones performáticas donde el público se va incrementando a medida que más curiosos deciden participar y seguir a los intérpretes marchando a través de las calles. Ocho bailarines siguen estrictamente una coreografía que incluye su traslado por diferentes lugares de la ciudad, con puntos intermedios donde realizan alguna acción rítmica siempre coordinada.

La ciudad está en continuo movimiento y rebosante de estímulos que ignoramos diariamente pero que en este caso quedan al descubierto gracias al recorrido del grupo por lugares que frecuentamos pero no apreciamos.

Las pretensiones de la compañía parecen claras: re-visionar la urbe y sus componentes, hacernos sentir parte de la ciudad y generar un compromiso con ella y nuestros compañeros- asistentes-transeúntes. Todo esto protegido por la excusa de una manifestación artística institucional en la que podemos sentirnos seguros.

La calle y los espacios públicos son lugares difíciles. Más aún conseguir la atención de un habitante de la ciudad para que se transforme en espectador y público activo. Que se sume a un recorrido performático es una gran hazaña en comparación con cualquier otro espectáculo. Es necesario valerse de múltiples estrategias.

Los ocho bailarines de Every-One lo logran con un concepto post primera guerra interviniendo una ciudad latinoamericana post dictadura. Son capaces de generar un vínculo con el espacio y su público a pesar de la distancia cultural y geográfica que los separan porque todos somos ciudadanos, vivimos en la ciudad y tenemos que recorrerla a diario.

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