Constanza Muñoz, investigadora teatral: “Es difícil reconocerse uno mismo como agente de violencia de género”
Por Rocío Valdez C.
Es una trampa frecuente y peligrosa. Se presume que el mundo del arte es un espacio libre de prejuicios, opresiones o verticalidades, se lo supone transgresor y libre en esencia. Cuando esta idea se transforma en una verdad absoluta y no se somete a análisis, se corre el riesgo de olvidar y perpetuar la realidad detrás de la cortina. Este fue el punto de partida para la investigación El género en escena: relaciones en la práctica laboral de teatro en Chile, lanzada en abril de este año y disponible de forma gratuita en la web de Editorial Oso Liebre.
El estudio se basó en entrevistas a 280 actores y actrices afiliados al Sindicato de Actores de Chile (SIDARTE), para indagar en la pregunta de investigación “¿cómo se reproducen las desigualdades de género en la práctica laboral y en la producción de teatro en Chile?”.
La investigadora responsable, Constanza Muñoz, explica que, en el contexto actual, cuando los temas de género están más en boga, se podría pensar que hay más conciencia al respecto o interés por revisar diferentes problemáticas con este enfoque. “El teatro chileno se reconoce como progresista, a la vanguardia, y podríamos suponer que existe una predisposición para abordar este tipo de preguntas, pero en el proceso nos encontramos con que esto no era necesariamente así”.
¿Entender al teatro como un espacio de trabajo libre y horizontal, como plantea la investigación, nos dificulta entender cómo opera realmente?
Esa mirada del teatro como vehículo transmisor problematizador es una posición ética, política y superpersonal con respecto al trabajo, no afirmo que sea universal del teatro. Eso tiene que ver con la motivación que nos lleva a desarrollar este proyecto.
¿Qué resistencias encontraron al momento de indagar en el rol de la mujer en la cadena productiva del teatro?
Nos encontramos con que esto no se reconoce como un problema prioritario frente a otros temas relevantes para los trabajadores de teatro, como la precariedad contractual o económica. SIDARTE ha hecho mucho al respecto, y esta investigación es una especie de acción análoga a su labor: reconozcámonos como trabajadores, pero también reconozcamos que, como tales, estamos sujetos a los problemas estructurales de nuestra sociedad, como las inequidades relacionadas con la violencia de género.
Al leer los resultados, sorprende la distancia entre la percepción y la realidad laboral. Se cree que existen diferencias en cuanto a la participación de la mujer en ciertos roles, pero cuantitativamente no es así. En cambio, se cree que no existen diferencias en los ingresos económicos según género, y resulta que sí hay diferencias importantes.
Como dijo uno de los investigadores del equipo, Camilo Araneda, durante la presentación de los resultados, aparecieron muchos resultados contra-intuitivos. Partimos de la suposición de que existen diferencias en la participación de roles en la cadena de producción teatral, como que las mujeres son más gestoras o productoras -por su supuesta aptitud para la administración de recursos-, que directoras o dramaturgas, roles que culturalmente se identifican como lugares de poder. Las cifras indican que no es así, y ahí aparece otro punto de fuga. Entrando en el terreno de la especulación, pienso que esta percepción puede ser por cómo comunicamos los procesos y cómo se visibiliza el trabajo de las mujeres.
Como decías antes, los temas de género están en boga, y existe una mayor conciencia sobre la violencia de género. ¿Cuánto de esto se aborda en el proceso teatral?
Hay una responsabilidad tremenda en qué estereotipos estamos reproduciendo, qué subjetividades estamos representando. La pregunta por el género tiene que estar presente siempre, desde las prácticas laborales y desde la creación. A menudo nos cuestionamos cómo se reproduce la imagen de la mujer en los medios, criticamos cómo se trata en la publicidad, pero cómo se está reproduciendo en los espacios de formación, en la política, en el teatro. Tenemos que sumar el teatro al carro.
Hablando de resistencias, ¿cuánta disposición existe a reflexionar y discutir estos temas con el objetivo de provocar un cambio real?
Es difícil mirarse uno mismo y reconocerse como agente de discriminación o violencia. Sobre todo, para un sector que toma como material de discurso a la sociedad y la problematiza. De alguna forma los artistas exponemos ideas, juicios, formas de ver el mundo, y es complejo verse como parte de eso que se critica o cuestiona. Siento que al teatro le falta mucho revisarse a sí mismo, desde los discursos, las prácticas, sus condiciones materiales, salir de los lugares comunes y tomar riesgos.
Esta investigación abre muchas preguntas, y se plantea como un ejercicio exploratorio, pero aún queda mucho por hacer.
Hasta ahora no nos habíamos preguntado seriamente por la posibilidad de inequidades al interior de nuestro sector laboral. En general todo cae en el sentido común, las intuiciones, la especulación. Si bien eso puede ser un punto de partida para provocar cambios, es necesaria la investigación científica, los datos concretos. Quedarnos en el lugar común nos hace reproducir las mismas prácticas y seguir igual.
Llama la atención la inexistencia de estudios previos en torno al tema.
Este tipo de investigaciones exigen muchos recursos. Si no hay apoyo del Estado, son inviables. Yo creo que falta política pública, y a eso apunta esta investigación. Aquí hay datos concretos a los que es necesario prestar atención. El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en su planificación lo pone como tema, pero en la práctica no lo aborda, no propone instancias de participación o políticas de paridad. Afortunadamente SIDARTE ha sido un colaborador increíble, se mostraron dispuestos a instalar una mesa de trabajo en torno a estos temas y están incorporándolos en sus estatutos para discutirlos. Esto es algo que necesita ser vigilado.
¿Cómo seguir adelante después de este primer paso?
No basta con que el Estado asigne recursos para investigaciones. Hay que hacer productivo el conocimiento, salir del círculo académico y tener una bajada real. Pilar Errázuriz, directora del Magíster de Género de la Universidad de Chile, nos envió un ensayo para el lanzamiento de la investigación, donde decía que aquí no estamos presentando resultados pirotécnicos -exceptuando, quizá, las brechas salariales-, sino un panorama que invita a seguir investigando. No hay nada resuelto. Esto es un punto de partida y es necesario abrir nuevas líneas de trabajo para seguir profundizando en este tema que nos afecta más de lo que somos capaces de percibir.