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Camila Karl, directora de La Fábrica: “Trabajamos en cómo involucrar al espectador en la puesta en escena”.


Camila Karl, directora de La Fábrica: “Trabajamos en cómo involucrar al espectador en la puesta en escena”.

La artista, integrante de Cuerpo Indisciplinado, analiza la residencia artística de la compañía en The Watermill Center de Nueva York (2016) y los desafío de trabajar en un espacio no convencional. “La idea es jugar con lo que el espacio te entrega y no meter un teatro dentro de un galpón”, dice.

Por Sergio Espinosa

Cuatro jóvenes y exitosos emprendedores de una fábrica de guantes deciden trabajar 24 horas seguidas para incrementar su producción. Al poco tiempo, comienzan a perder la razón de su trabajo. Agotados, mudos y aislados, se convierten en víctimas de sí mismos. Esta la historia de La Fábrica, una instalación de teatro y performance que la compañía Cuerpo Indisciplinado presentará a partir del 12 de mayo en una fábrica de metal abandonada en el barrio Rondizzoni (Pedro Lagos 1411, Santiago Centro), como parte del ciclo Teatro Hoy.

El montaje es el resultado de un arduo trabajo de Cuerpo Indisciplinado, que incluyó dos laboratorios en Chile y una residencia artística de la compañía en The Watermill Center de Nueva York (2016), gracias al convenio con Fundación Teatro a Mil.

Camila Karl, directora del montaje, cuenta que “en Watermill la experiencia fue súper positiva. Estuvimos trabajando con la Daniela Contreras (Dramaturgismo), Cristián Mayorga (diseño teatral) y Ébana Garín (Idea Original/Investigación) durante cuatro semanas”.

¿En qué consistió ese trabajo, Camila?

Principalmente en cómo desplazar nuestro espacio de trabajo, que estaba en este galpón (en Chile), y llevarlo a este otro lugar. También en la relación con el espectador dentro de una puesta en escena. En definitiva, trabajamos en cómo involucrar al espectador en la puesta en escena, en entregarle la libertad de tener su propia experiencia, pero al mismo tiempo guiarlo para que no se sienta perdido.

Fueron cuatro semanas intensas para la compañía…

Fue un trabajo súper intenso. La rutina que teníamos era que llegábamos al centro a las ocho y media de la mañana, empezábamos a ensayar en una sala, almorzábamos y estábamos hasta las siete de la tarde. Hubo momentos en que nos dedicábamos a una investigación teórica y otros momentos eran ensayos en el espacio. Una  de las ventajas de Watermill es que estás en contacto con otros artistas y siempre es importante tener feedback.

¿Cómo siguió el trabajo después de esa residencia?

Luego del Watermill sucedió que yo escribí un texto que empezamos a trabajar como puesta en escena en el espacio donde habíamos hecho la primera intervención del laboratorio. Acá en Chile nace toda la ficción que tiene el montaje.

¿Cuánto tiempo llevan trabajando en La fábrica?

La primera vez que empezamos a trabajar esto fue el 2015, cuando empezamos a gestar el proyecto. Luego lo transformamos en tres laboratorios, el primero fue en Santiago, entre agosto y octubre del año pasado, después estuvimos un mes en Watermill, y ahora entre febrero y abril para estrenar en mayo.

¿Cómo ha sido el trabajo dentro de este espacio?

Cuando estas en una sala de teatro hay muchas cosas que consideras sencillas de hacer. Pero trabajar en otros espacios presenta otro tipo de condiciones para iluminación, por ejemplo, o para el desplazamiento de las personas. La idea es jugar con eso, con lo que el espacio te entrega y no meter un teatro dentro de un galpón.

La obra habla de la relación que tenemos con el trabajo…

Todo este proceso nos llevó a pensar en las estrategias actuales de trabajo, las estrategias actuales de cómo productivizar, que cada vez involucran menos al cuerpo en términos de acciones, pero si involucran al cuerpo en términos de mente. Empezamos a ver cómo todas esas cosas se conjugaban en el tema del trabajo y cómo afecta la vida de las personas.

Fotografías capturadas durante la residencia en The Watermill Center,  ©Caterina Verde

 

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