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Cada minuto cuenta: Representar


Cada minuto cuenta: Representar

5 de junio | 19.00 horas

Estoy entrando al Centro Cultural Matucana 100 y me dirijo a la sala Patricio Bunster donde la compañía Perro Muerto se encuentra ensayando la obra Representar. El montaje, que se presentará entre el 7 de junio y el 1 de julio como parte del Ciclo Teatro HOY, es el segundo trabajo de la agrupación luego de Pinochet, la obra censurada en dictadura, el aplaudido título que estuvo recientemente en el Revolutions International Theatre Festival, New México, Estados Unidos.



Representar aborda la actual crisis que vive la democracia y la representación política. ¿Debemos continuar con este sistema? Esa es la pregunta de la ficción en que se lleva a cabo un referéndum, protagonizado por cuatro vocales de mesa. Un momento histórico para el país, que sin embargo no logra motivar a la gente, ya que nadie llega a votar. Ante esta situación, serán los vocales quienes se verán obligados a hablar, discutir y reflexionar sobre el tema, mezclando en cada minuto el humor y la ironía, componentes que han sido claves para esta compañía.



Ya en la sala, veo de inmediato al director de la obra, Sebastián Squella, alistando las luces para comenzar el último ensayo antes del pre-estreno. Todo está dispuesto para que no hayan errores. Los intérpretes se encuentran en los camarines. Hace frío. Victoria Iglesias, actriz y productora de Teatro Perro Muerto, se quita las pantys para sentirse cómoda en escena. Mientras, Rodrigo Florechaes ensaya el texto y Camilo Venegas se prepara un té, para luego ponerse el característico polerón de la compañía. Valeria por su parte, deja entre ver un poco de nerviosismo y nos cuenta que están ansiosos por mostrar el trabajo. Comienzan a entrar en sus personajes: parten con el vestuario -prendas muy cotidianas- y terminan con un maquillaje simple, que hace que todo el elenco se vea muy natural y realista. Bajamos por la estrecha escalera a la sala, todo está dispuesto y el director continúa afinando los detalles de las luces y microfonía.



Comienzan  a probar diferentes escenas. Vemos distintas composiciones en las que cambian de vestuario y juegan con la iluminación. El director va corrigiendo algunas cosas, sugiere entonaciones, posturas, actitudes y anima al equipo. Los intérpretes, en la voz de los cuatro vocales de mesa, reflexionan en torno a la temática de la democracia; juegan con el concepto y lo recorren en su amplio espectro.  Me sorprende la ironía con la que se exponen en su propio quehacer cuestionando su lugar en el “teatro político” de hoy. Son ágiles en sus movimientos y en la interpretación, hay juegos de palabras que son cómicos y a ratos olvido la densidad del tema. Telas sobre sus cuerpos, diálogos con ritmo y constantes interpelaciones entre los personajes, es la imagen final que nos permite ver el director. En estos pocos minutos, ya se logra vislumbrar que la obra dejará varias interrogantes. Una de ellas y la más directa, sin duda, será la frase que llevan estampadas en unas de sus ropas de cambio: “El futuro no será una fiesta”.



Texto por Constanza Rifo, Fotografías por Felipe Fredes


 

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