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Beben: Descansar en la dramaturgia


Beben: Descansar en la dramaturgia

Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico de Teatro Hoy 2017. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.

“La vida es así, acéptala para que te pase por la espalda como una ducha”.

Por María José Neira.

Asistir al teatro a ver la obra Beben es ir a ver la última obra de Guillermo Calderón estrenada en Chile. Que la dirección no esté en sus manos es un hecho que pasa a segundo plano. Que la directora sea una debutante es irrelevante. Sin duda alguna, Calderón ya es un nombre que se vincula a una de las carreras más fructíferas y representativas de la dramaturgia chilena actual. Trabajos como Neva, Villa o Escuela plantean un teatro fuertemente político y claramente lo posicionan en un espacio particular. Caracterizado por una actitud de reflexión y denuncia, el dramaturgo y director, se ha hecho cargo de temas contingentes de la realidad chilena contemporánea como la existencia del “Parque por la paz Villa Grimaldi” o la historia de la resistencia paramilitar a la dictadura.

La obra Beben no es la excepción. Escrita por encargo en el año 2012 en Alemania, surge a partir de un pie forzado: basarse en el cuento Terremoto en Chile de Heinrich Von Kleist, un autor del romanticismo alemán quien expone -tal como lo señala el texto- un sentido de hartazgo con el componente trágico de la vida humana. Por medio de este trabajo intertextual, la propuesta escritural se nutre de su anécdota básica para plantear una reflexión sobre la realidad chilena, la moral y la religiosidad.

En Beben; Willi, María y Karin son los nombres reales de tres voluntarios de una ONG dirigida por Anna, jóvenes alemanes que se hacen pasar por italianos con nombres falsos que aluden e ironizan con el fuerte componente religioso de la población nacional. Anunciata, Inmacolata, Magdalena y Salvatore tienen licencia religiosa para venir al sur del mundo a ayudar/redimir a los afectados por el terremoto del 2010. El problema se desata cuando María descubre que Karin les ha contado el cuento original a un grupo de treinta niños, reabriendo el trauma de la tragedia recién vivida y revictimizando a sus pequeños protagonistas, por medio del chocante relato.

Es indudable que el juego irónico que plantea Calderón a nivel textual sostiene esta puesta en escena. Cada propuesta escrita es llevada a cabo de forma tan respetuosa como literal por parte de Antonia Mendía. En la obra, resalta el uso de la palabra como elemento central para la creación de la ficción. Este hecho se puede atribuir a la necesidad de componer una representación dentro de la representación, en un fuerte ejercicio autoreflexivo y metateatral. El texto plantea la necesidad de explicitar la construcción de la realidad a la vez que hace carne problemáticas latentes aún no resueltas en la sociedad chilena. Como por ejemplo los saqueos posteriores al terremoto del 2010, fruto innegable de la creación de deseo de consumo desenfrenado, dado por el sistema económico imperante.

Observar los trabajos anteriores de Calderón y ver este estreno en manos de una joven directora resulta inquietante ¿Hasta dónde mantener el respeto? Un proceso de montaje requiere una serie de decisiones respecto a los distintos componentes escénicos. Sin ellos no es posible producir una obra. Pero, ¿qué sucede cuando la influencia del autor es tan potente que la propia puesta en escena termina pareciéndose a los trabajos anteriores de su autor y director? ¿Dónde queda la autoría de la dirección? ¿Cuál es el trabajo y el sello de Mendía?

Las talentosas interpretaciones realizadas por Priscila Huico y Paloma Toral, abren las posibilidades para la escena, sin embargo, queda la sensación de una cierta aunque correcta timidez. Sin duda, el material permitía mucho más, pero esta ocasión la fidelidad fue la ganadora. Habrá que esperar para ver qué más puede ofrecer una directora que recién debuta. Cabe destacar el enorme atrevimiento al hacerlo con una pieza del peso de Beben.

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