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Adiós Nicanor Parra: 103 años de antipoesía


Adiós Nicanor Parra: 103 años de antipoesía

“De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca del ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo detonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!”

Epitafio (1969)

Así se describió Parra en Epitafio, uno de los primeros textos de Poemas y Antipoemas, libro que desde su publicación recibió gran reconocimiento nacional e internacional. En él, no sólo se describe físicamente, sino también narra su vida y visión del mundo. Ese fue el puntapié de una larga carrera que hoy deja una huella imborrable en la literatura chilena. Hoy recordamos al reconocido antipoeta, quien falleció esta mañana en su casa de La Reina a los 103 años de edad.

El mayor de los nueve hermanos de la familia Parra y artista que por más de medio siglo desconcertó al mundo y que se autorretrató de diferentes maneras, definió su poesía como una montaña rusa: “Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa”. Con estas palabras la literatura nacional se remeció y tomó un vuelco permanente: Parra había llegado con su antipoesía.

El poeta y físico matemático, nació en San Fabián de Alico el 5 de septiembre de 1914. Su primer escrito poético data de 1937, Cancionero sin nombre, que recibió elogios por parte de Gabriela Mistral. Pero no fue hasta 17 años después que llamó la atención con el Poemas y Antipoemas, donde se puso en circulación el antipoema, un nuevo formato que desarrollará Parra con una sorprendente riqueza y originalidad.

Los efectos de la antipoesía en los cambios y reformulaciones de la norma literaria en Chile y Latinoamérica a partir de los años 50’, fueron determinantes. Poetas como Enrique Lihn, Jorge Teiller, Oscar Hahn y Gonzalo Millán, entre otros, fueron los primeros en inspirarse en este tipo de formato. Sin duda, la responsabilidad de la antipoesía en los cambios en el modelo del lenguaje, la estructura de los textos literarios, con una fuerte crítica a la sociedad y cultura fueron el antecedente que marcó a toda una generación.

Posteriormente, y durante los años 60’ y 70’, su creación contó con títulos como Versos de Salón (1962), Manifiesto (1963), Deux Poemes (Dos Poemas, 1963), Canciones Rusas (1967) y Obra gruesa (1969). Más tarde vendría Artefactos (1972), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979), Chistes para desorientar a la policía (1983), Coplas de Navidad (1983), Poesía política (1983) y Hojas de Parra (1985).

La extensa trayectoria y propuesta estética sobre la cultura nacional le valió obtener el Premio Nacional de Literatura en el año 1969. A estos reconocimientos y homenajes también se suma el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2012), e internacionalmente el Premio Juan Rulfo en 1991, el Reina Sofía en 2001 y, el último en 2011, el Premio Cervantes, máximo galardón literario que se entrega en la lengua hispana.

El día en que Parra chilenizó el Rey Lear

Nicanor también estuvo relacionado a las artes escénicas. En 1991, el antipoeta se enfrentó a uno de sus más grandes desafíos: traducir a Shakespeare. Desde entonces, su trabajo titulado Lear Rey & Mendigo, ha sido destacado como una de las mejores adaptaciones en español, llegando a las tablas de la mano de Alfredo Castro y Héctor Noguera.

“Para  traducir a Shakespeare
y comer pescado
cuidado:
poco se gana con saber inglés”.

Esa fue la advertencia que el Nicanor Parra hizo en 1991, cuando a pedido de Raúl Osorio, entonces profesor de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile, realizó su propia versión de la obra de El rey Lear, el cual tituló Lear Rey & Mendigo.

Lear está escrito en un instrumento que es el idioma inglés, entonces, yo quisiera ser el transcriptor de esta composición a otro instrumento que es el idioma español”, explicó en aquel entonces Parra sobre su método de su escritura, la que comparó con una transcripción musical. Pero el valor del texto recayó en cómo lo escribió: español-chileno entrelazado al verso isabelino creado por Shakespeare.

A través de su intelecto, Parra puede unir los mundos de la ciencia y las humanidades; pero, insisto, es su espíritu poético, con su dosis de dolor y alegría, profunda seriedad y completa irreverencia, el que le permite a este educado y penetrante académico lograr comprender instintivamente la sabiduría popular, sus expresiones, dichos, chistes y verdades que, estoy seguro, Shakespeare habría avalado completamente”, escribió el especialista inglés de Shakespeare, Chris Fassnidge en su artículo Diario de una producción para la Revista Apuntes (1992).

Lear Rey & Mendigo fue llevado a las tablas un año más tarde por Alfredo Castro en la dirección y con Héctor Noguera en el rol protagónico. “La traducción de Parra tiene un nivel de poesía muy accesible al público chileno”, dijo el propio director en aquella ocasión. “La traducción corre, se lee y se escucha muy bien, y permite a los actores un buen nivel de fluidez. El texto está trabajado con un sistema de respiración adecuado”.

El texto fue publicado por Ediciones Universidad Diego Portales y, en sus 196 páginas, se pudo demostrar que, a pesar de las críticas, revisiones y comentarios, nada se comparará a los versos punzantes, criollos y vulgares que Parra escribió en honor a Shakespeare.

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